miércoles, 16 de febrero de 2011

Terrorismo ¿un fin o un medio?


La palabra terrorismo sujeta numerosas connotaciones, sin embargo aún no existe una definición universalmente aceptada. Quien reaccione con simpleza, podría llegar a solucionar el problema diciendo “cuando lo ves, sabes qué es…” Pero si nuestro objetivo es enfrentar sus diversos matices para combatirlo, esto se convierte en un problema, pues no existen las palabras exactas que lo definan.

La convención de la OIC nos ofrece dos artículos que se acercan a dilucidarla, en el primero se atribuye la palabra terrorismo a "...cualquier acto de violencia o amenaza, prescindiendo de sus motivaciones o intenciones, perpetrado con el objetivo de llevar a cabo un plan criminal individual o colectivo con el fin de aterrorizar a la gente o amenazarla con causarle daño o poner en peligro su vida, honor, libertad, seguridad, derechos..."

El segundo artículo cita una tesis perturbadora y controversial, ya que señalan que: "La lucha de los pueblos, incluida la lucha armada contra el invasor extranjero, la agresión, el colonialismo y la hegemonía, que persigue la liberación y la autodeterminación de acuerdo con los principios del derecho internacional no se considerará un crimen terrorista".

Pero ¿hasta qué punto es aceptable tal definición si se emplean los niños como armas para causar miedo y doblegar la voluntad de aquel que es considerado como el enemigo? ¿No son acaso inviolables los derechos a la vida, al desarrollo, a un nombre y a una familia?

Qué podemos decir de estas preguntas, cuando nos presentan noticias como la de el pasado 10 de febrero, donde aparece en periódicos como El Tiempo y El Colombiano en primera página, el titular: "Un niño suicida mata a 31 cadetes en Pakistán".

Y qué pensar de la postura primitiva y grotesca expresada por Bin Laden en sus videos donde dice que "Hay dos tipos de terror. Uno bueno y uno malo. El que practicamos nosotros es terror bueno".

los niños actualmente forman parte del terrorismo suicida, aquel en el que no se separa la causa (constitución del Estado) de los medios (terrorismo), donde no es posible condenar el miedo, sin renunciar a apoyar su causa, ya que está incluido en la lucha armada sin escrúpulos morales o políticos.

Es indignante leer: "Un niño de 12 años con uniforme escolar se inmoló el jueves en un centro de reclutamiento del Ejército paquistaní en el noroeste del país, matando a 31 cadetes, dijeron las autoridades, en un atentado que desafía las palabras del Gobierno respecto a que ha debilitado a los integristas".

Acaso ¿es deber de un niño empuñar un arma? ¿No es su tarea empuñar colores, con los que pinte sus ilusiones y plasme a través de dibujos lo que aguarda en su mente inocente, libre de pensamientos sanguinarios?

El primer ministro, Yusuf Raza Gilani, condenó el ataque del jueves en el centro de Punjab: "Ataques tan cobardes no pueden afectar a la moral de las instituciones de seguridad y la determinación del país para erradicar el terrorismo", dijo en un comunicado.

En efecto y como lo expresa Roberto Toscano "si por el contrario el terror contra un gobierno no democrático no es terror, entonces envenenar niños en una guardería en Alemania nazi no habría sido terrorismo".

Cito lo anterior, debido a que de países como Pakistán solo llegan noticias de graves atentados, de suicidios guiados por el nacionalismo radical, de violaciones contra sus mujeres, de violencia directa.

Pero no vamos más allá del asombro, ya que por provenir de estos países damos todo por sentado, entonces ¿el terror es un fin o un medio? Para muchos es un medio, porque generalmente se buscan objetivos políticos o militares, pero el fin es aterrorizar a todos por igual.

Estos hechos me unen al llamado de tratar de combatir el terrorismo, de disminuir la cifra en la que se expone que uno de cada diez niños en Pakistán no cumplirá los cinco años y de luchar por que cada uno de esos mil niños y niñas que "no existen” oficialmente, aparezcan por derecho en las estadísticas y sean nombrados.

lunes, 7 de febrero de 2011

Saturación vehicular: un problema de cultura ciudadana


Una situación fuera de control, es la que se puede apreciar hoy en los sistemas de transporte de las ciudades más densas del país, aquellas que superan los tres millones de habitantes, como es el caso de Bogotá.

Sabemos que Bogotá por ser la capital de Colombia alberga un gran número de personas, este volumen sin duda alguna genera una alta demanda de trabajo en sectores de la ciudad como el informal, financiero, industria, comercio, servicios, educación, construcción, etc. Por ende estos habitantes que laboran requieren movilizarse en todas las direcciones y durante distintas horas del día, situación que genera una alta congestión vehicular.

A ello se le suma la capacidad económica de los ciudadanos, que a unos les posibilita tener su propio automotor y transportarse en éste y que a otros los conduce a movilizarse en vehículos de servicio público como taxis, buses, colectivos y busetas.

La realidad actual es tal que se ha llegado al punto en el que un recorrido que antes no tardaba más de media hora, termina convirtiéndose ahora en una extenuante odisea de hasta más de dos horas.

Este estancamiento en la ciudad, produce más que una saturación de carros, problemas como la contaminación ambiental, visual y auditiva, además de altos niveles de estrés, accidentalidad, caos, delincuencia y poca agilidad en la ciudad.

Dificultades que finalmente terminan reflejándose en incidentes como el de la semana pasada donde disturbios ocasionaron daños en el sistema de transporte masivo Transmilenio, lesiones a un conductor y pérdidas de hasta más de 100 millones de pesos.

Actos vandálicos y protestas que no afectan más que a los pasajeros de este medio de transporte, que ya tenían un descontento por las visibles deficiencias en la prestación de sus servicios.

Otras ciudades no escapan a esta situación, ya que se han observado ataques contra el Mío, de Cali; el Transmetro, de Barranquilla; el Megabús, de Pereira y el Metrolínea, de Bucaramanga.Todo ello obedece a la falta de cultura ciudadana y a la poca conciencia que tenemos con relación a la saturación vehicular y a sus posibles soluciones.

De ante mano todos sabemos que el Pico y Placa, una medida que restringe la circulación vehicular de acuerdo al último dígito de la placa de cada carro, en horas "pico" del día, no es más que una solución parcial y es por ello que se debe hacer enfasis en un punto clave como lo es la infraestructura vial, una inversión que el Estado debe pensar si hacia el desarrollo se quiere encaminar.

Otra medida que se podría implementar es la de restringir la venta de vehículos en la ciudad, para evitar el aumento en el tránsito de los mismos. Además se podría empezar a fomentar en los ciudadanos la opción de emplear medios alternativos de transporte, así como también la campaña de compartir su automóvil, a fin de reducir gastos personales y tener facilidades que les permitan disfrutar de la lectura, admirar el paisaje y conversar con la(s) persona(s) que lo(s) acompaña.

En sí el hecho es pensar que las ciudades se encuentran en un constante crecimiento y que cada día gente de zonas rurales ingresa a las mismas en busca de mejores oportunidades, por tanto el problema se va a agudizar cada vez más hasta hacerse incontrolable.

El objetivo sería entonces el tomar decisiones definitivas pensando en sus beneficiarios directos, los ciudadanos, por tal motivo deben analizarse todas las variantes de las posibles soluciones e implementar las que estén a un alcance inmediato, como la de fomentar la cultura en ellos, evitando así actos lamentables que no hacen más que estancar nuestro progreso.

Referencias:

Editorial El Tiempo: Vándalos contra los buses.
alcaldiadebogotá.com
transmilenio.com
gestiopolis.com
Noticias sobre el transporte: cm&.com