lunes, 25 de abril de 2011

RoboGames una apuesta al futuro

RoboGames es el nombre que se le otorgó a los Juegos Olímpicos de robots, fue fundado como la Robolympics en 2004, en ejercicio de la polinización cruzada (desempeño en distintas disciplinas) y se ha convertido en la mayor competencia abierta de robots del mundo, según el libro de los Guinnes Records.

El evento fue fundado por David Calkins, presidente de la organización sin lucros Robotics Society of America (RSA), Calkins participó en todo tipo de competiciones robóticas y se dio cuenta de la importancia de la polinización cruzada en los eventos.

Éste sugirió que los constructores de robots se especializaran en varios campos, por eso creó RoboGames un evento capaz de reunir a ingeniosos de todo el mundo dispuestos a participar en diferentes disciplinas, para que en su interacción con otros se den cuenta de los elementos interesantes de cada especialidad.

La invitación se difundió a las mejores mentes del mundo para que compitieran en más de 50 categorías diferentes: robots de combate, robots de LEGO, robots de hockey, humanoides, robots de fútbol, robots de sumo y hasta androides que hacen Kung-fu.

Colombia solo contó con la participación de 3 personas, todos pertenecientes a Medellín y en representación de la Universidad Pontificia Bolivariana, una cifra bastante desconcertante, si de dejar el nombre de nuestro país en alto se trata. Pese a ello estos ingeniosos emplearon todo su potencial para que el nombre de nuestro país fuera almenos mencionado.

Juan Camilo García, estudiante de séptimo semestre de Ingeniería Electrónica expone: “Ya habíamos participado en varias competencias a nivel nacional, por lo tanto la universidad deseaba que nuestro desempeño fuera puesto a prueba en un nivel más alto, es así como nos puso la tarea de averiguar competencias internacionales para mostrar nuestras capacidades y destrezas”.

Para participar en este evento Luis Miguel aristizabal, Sandra Patricia Osorio y Juan Camilo García observaron en qué categorías podían competir, luego hicieron un presupuesto para saber qué gastos debían cubrir y así la Universidad Pontificia Bolivariana lo evaluó y decidió ayudarlos con los pasajes ida y vuelta de Medellín a San Francisco, sede de estos juegos.

En total construir el robot les costó un millón ochocientos mil pesos, dinero que tuvieron que sacar de sus bolsillos, además de su estadía, alimentación e inscripción, ya que eran más las ganas de tener una buena participación, que las de llegar con un robot de baja calidad y de mal rendimiento.

Las categorías en las que participaron del 13 al 19 de abril fueron: Sumo 3 kg, Sumo 100 g, BEAM Speeder (velocista de energía solar), todas autónomas, es decir el robot no era controlado remotamente, sino por el programa que tenía en su propio microcontrolador.

Estos tres estudiantes y únicos representantes del país, obtuvieron podio en dos de las tres categorías en las que participaron, llevándose la medalla de bronce en Sumo 3 kg y la de oro en BEAM speeder.

Un número que pudo haber sido mayor, si hubiese habido un mayor acompañamiento por parte del país y de la universidad, que es en últimas la institución encargada de incentivar a sus alumnos para que participen en este tipo de eventos.

Lo anterior nos conduce al tema de la fuga de cerebros, un fenómeno que se presenta por la falta de oportunidades y la ausencia de un país capaz de creer en el potencial de su gente y de apostarle a su crecimiento profesional.

La pregunta queda instaurada: ¿qué pasaría si las universidades y el país impulsaran proyectos de esta magnitud?

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